lunes, 12 de noviembre de 2012

TieMPo LiMiTaDo


La tormentosa noche parecía que no daría tregua alguna a los habitantes de la ciudad, como si un mal se hubiese querido apoderar de la noche repentinamente ese día de verano. Rayos y relámpagos salidos de la nada llenaban el ambiente con furia, como si se tratara de alguien gritando molesto, como si alguien quisiese reclamar su derecho sobre algo… pero ¿Quién podría estar tan molesto?.
-Silencio!- decía una molesta voz a un bebe que lloriqueaba sin parar debido al escándalo que la tormenta emitía sin descanso alguno. –Me obligaras a decirlo!!- refunfuñaba una chica de cabellos cobrizos dando vueltas por la habitación.
La chica, de no mas de trece años miro con algo de molestia al bebe, que sin detenerse grito y lloro como si le estuviesen arrancando una pierna, pero ¿Qué podían esperar de un bebe de apenas un año? Ella sabía que no entendía que eran los rayos, ni la lluvia, ni el viento azotando una puerta, ni siquiera entendería completamente lo que ella le dijera…
Miro a su alrededor y sin pensarlo dos veces fue a su cuarto a buscar dentro de su gran caja de cosas, cosas que había estado juntando desde que tenía memoria, pero los dados, fichas curiosas y figurillas de plástico no llamaban del todo su atención esta vez, escondido bajo un fondo falso de la caja, había un pequeño librito, uno rojo, verdaderamente pequeño.
-Si no te callas…- canturreo la chica al tiempo que agitaba el librito frente al bebe, como si le mostrara evidencia importante y se la quisiera presumir -… o voy a recitar correctamente las oraciones!- dijo con superioridad a modo de amenaza, sin embargo el pequeño no bajo el sonido de su llanto, difícilmente se podría decir que había prestado atención al inocente chantaje.
-Si lo digo…- agrego subiendo la voz por encima de los lamentos del bebe -…no creas que voy a ir por ti. Te equivocas si crees que cruzare un mundo para buscar a un niño tan latoso y horrible, tan molesto e insoportable!!- entre mas hablaba la chica gritaba más fuerte, y mezclado con el sonido de los estridentes truenos, aquello era un una bomba de sonidos.
Cuando el bebe comenzó a lloriquear aun mas fuerte fue cuando ella decidió, en un arranque de furia, recitar con elegancia y fuerza, con tono alegre a la vez que furioso aquellas líneas escritas en lápiz hace ya muchos años:
“Sin temor suplico un favor a aquel que se que me oyé,
Con verdadera desesperación pido que me apoye.
Sin tardar tu presencia ruego
Al pronunciar tu nombre sabrás que no es juego
Rey de los gnomos, rey de los gnomos,
Por distante que estés de aquí
Llévate a este niño muy lejos de mi.”
Espero un momento, un momento más… pero nada, el bebe seguía llorando y quejándose, no parecía cansarse.
-Perfecto…- dijo molesta la chica llevándose las manos a la cara.
-Pensé que funcionaria, estoy dispuesta a…- pero su voz fue interrumpida por un fuerte trueno que parecía ordenarle silencio.
Comenzó a caminar hacia la puerta, dispuesta a regresar a ver el vídeo en Youtube que no había terminado, cuando se detuvo en seco, murmurando algo para sí misma.
-“El juro hacer lo que a aquella mortal, su amada, quisiera…”- repitió la frase de el cuento que su madre le había contado ya tantas veces.
Regreso al cuarto, y majestuosamente, con una enorme sonrisa, y hablando aun mas fuerte de lo que los rayos la podían acallar, dijo con seguridad:
-Rey de los gnomos, llévate a este niño, apártalo de aquí y llévalo a tu eterno reino, más allá del laberinto, más allá de de la ciudad de los gnomos.- los rayos resonaban cada vez más fuertes, y el niño lloraba aun mas, pero sin detenerse exclamo. –En el nombre de Sarah… me gustaría que los gnomos se lo llevaran muy lejos de aquí en este momento!-
Un fuerte trueno resonó, pero solo eso, nada mas cambio en ese momento.
-Vaya, parece que después de todo sí era solo un cuento mas…- dijo con cierta decepción la chica… pero recordó la ultima parte de la historia… ¡Claro! La ventana.
Se dice que la fantasía existe hasta que tu mismo dejas de creer en ella, y con la mayor emoción que esta chica podía sentir, confiada de lo que pudiera encontrar, corrió hacia su habitación, donde estaba ese legendario ventanal, abrió la puerta con cierto temor, y al ver hacia adentro…
Las palabras no podrían expresar con exactitud lo sintió al verlo ahí, parado frente al ventanal, con esa vestimenta que difícilmente se podría olvidar o confundir… era él, Jareth, el rey de los gnomos.
-¿Jareth?- dijo con una enorme sonrisa en el rostro la chica a verlo, era exactamente igual, parecía salido de un libro de seres mágicos, era increíble, y ella lo sabía muy bien.
-¿Sarah?- dijo algo confundido el hombre envuelto en ese brillante halo de magia.
-No- dijo entre risas la chica. –Soy su hija.-
Jareth adopto una expresión entre la confusión, la alegría, el escepticismo y la nostalgia, parecía no creerlo, o no quería creerlo.
-Se tu nombre porque mi madre me contaba historias tuyas cuando era pequeña.- dijo aun sorprendida la chica, pero Jareth parecía estar molesto, y posiblemente no escucho lo que le había dicho, así que se dirigió hacia la cuna del bebe y tomándolo en brazos se dispuso a llevárselo.
-A mi tío no le va a gustar nada que te lleves a Tony- dijo algo preocupada la joven al tiempo que Jareth se lo entregaba a un goblin.
-Lo dicho…-
-¿Dicho esta?- concluyo la chica riendo.
Jareth la miro molesto.
-¿Tu tío, dices?- pregunto al tiempo que el niño desaparecía.
-Sí, me dejaron encargado a mi primo Tony.- pero se dio cuenta de que esa información no era la que estaba buscando el rey. –Anthony es el hijo de Tobías… tu lo conoces como Toby, supongo.-
Jareth no podía creerlo, Toby, el “pequeño Jareth”, su heredero, ahora tenía un hijo propio. Deben entender lo devastador que fue para el intentar procesar tantas noticias, tantas cosas que no podía y no quería entender.

-Imagino que quieres al niño de vuelta- dijo Jareth sin mirarla, en verdad se notaba molesto y triste, su amada se había casado y ahora tenía una hija, y su heredero igual… el no envejecía… pero no soportaba que su historia, aquel dulce sueño de años atrás, la fantasía mas hermosa que había tenido, se había terminado hacia mucho, mucho tiempo.
-No, no lo quiero de vuelta…- dijo la niña acercándose lentamente él, con algo de temor y mucha inocente emoción. –Pero quiero irme también contigo.-
Jareth volvió a verla sorprendido, había estado tan molesto con la noticia que al escuchar aquello al fin se detuvo a mirar a la chica… al hacerlo sonrió, volvió a ser el rey que Sarah relataba en sus historias.
-¿Que dices? ¿Nos vamos?- dijo la joven alargando la mano para cerrar el trato.
El rey soltó una risa inocente y dándole una palmada en la cabeza se alejo hacia la ventana para irse.
-Te pareces mas a tu madre de lo que crees, dando todo por hecho.- dijo Jareth con cierta nostalgia.
-Dame trece horas para encontrarte…- dijo la joven antes de que el rey se fuera. –Dame trece horas igual que a mama, si te encuentro, me dejaras vivir ahí, si no… te quedas con Tony…- dijo finalmente.
-No tengo tiempo para…- pero la chica volvió a sacar el libro, uno rojo, pequeño, con hojas desgastadas, en cuya portada se leía en letras doradas “Laberinto”, el cual Jareth reconoció.
-En el nombre de Sarah…- recito la chica con una sonrisa burlona e inocente. –me gustaría que aceptaras la apuesta.
Jareth se asombro, ella sabia que el no podía negarle nada a Sarah, y hablar en su nombre, sin malas intenciones, era algo que no podía ignorar.
-Lo que usted… ordene.- dijo haciendo una pequeña reverencia a modo de aceptación.
El mundo se convirtió en un negro total para la chica, y al abrir los ojos, vio el árido  nostálgico y amplio paisaje de “Laberinto”.
-Supongo que sabes las reglas…- dijo Jareth ya un poco mas alegre. –Tienes trece horas para llegar al castillo mas haya de la tierra de los gnomos, si lo logras tu ganas, si no, yo me quedo solo con el niño y tendrás que inventarte alguna escusa para explicar que perdiste a un bebe.- dijo muy burlón mientras aparecía el reloj de trece horas.
-Mi madre si me creerá que fuiste tú.- canturreo la joven, a lo que el hombre la miro con una sonrisa divertida, como si recordara aquellos momentos hacia tanto tiempo.
-Bueno que esperas!?- lo apresuro la chica.- Ya vete a esconder!- dijo antes de reír un poco.
Jareth desapareció mientras meneaba la cabeza y reía, esa niña le recordaba a Sarah de una manera muy extraña, y luchaba por entender el porqué.
La chica camino rápidamente, había escuchado a su madre cada que relataba una historia acerca de Jareth o Laberinto, cada que contaba un relato acerca de Ludo y Sir Didimus, pero claro que su madre no le decía que eran reales, mas sin embargo ella sabía que lo eran, siempre lo supo por la forma en que daba énfasis en ciertas partes, como si fueran recuerdos y no simples cuentos de un libro de su infancia.
-Ahora… tengo que buscar la puerta… o a hoggle- pero no encontró a nadie por ningún lugar, solo plantas con ojos y algunas hadas que rondaban como zancudos, quizás entrar le fuera a ser más difícil de lo que su madre le había contado.
-Pareces perdida- dijo una voz que se acercaba. Se trataba de una vieja gnomo, por un momento pensó que era la mujer de los cachivaches, pero esta era un poco más alta, y su voz era aun más grave, posiblemente era ya muy vieja.
-Sí, bueno, un poco, simplemente no he podido comenzar mi viaje… - dijo la joven acercándose a la mujer, que ataviada con harapos caminaba con dificultad. –¿Podría decirme donde queda la puerta del laberinto?-
-Claro que sí, mi niña!- chillo la mujer mientras corría a trompicones hacia la pared del laberinto. –La puerta siempre está aquí, nunca se pierde!- dijo antes de reír largamente.
-Gracias- dijo la chica al ver abrirse una enorme puerta frente a ella, aunque había pasado por ahí un millón de veces antes. –Tengo que ganar una apuesta y no pienso perderla- aclaro risueña la hija de Sarah antes de comenzar a caminar.
-Una apuesta?- pregunto intrigada la vieja abriendo los ojos como platos. –Y contra quien? si se puede saber-
-Se lo contare todo si me acompaña- dijo la chica señalando el largo y recto camino del laberinto.
-No creo que quieras que te acompañe…- murmuro la vieja –Yo soy muy lenta y te voy a hacer perder preciado tiempo, no, no, yo solo voy a caminar por aquí.
-Vamos!- dijo la chica insistente y risueña.
La vieja lo pensó un poco, parecía algo molesta, pero decidió acompañarla.
-Las viejas como yo no deberían ayudar jovencitas lindas como tu, no.- aseguro la gnomo.
Caminaron por un rato, en el cual la chica le contó de su apuesta con Jareth, de su primo Tony y de lo que había pasado, mientras que la vieja le mostró el camino para salir de laberinto, aunque a veces se detenía en seco y dudaba de la dirección que estaban tomando, para tiempo después retomar la marcha o continuar por otro lado.
Avanzado ya largo trecho, y llegadas a una extraña planicie, la niebla se hizo presente, acortándoles la vista por momentos, y para darle más problemas, comenzaron a escuchar ruidos, como gruñidos y golpes, pero la chica no se inmuto, sabía bien quién era.
-Ludo?!- grito la chica.
A lo que un gruñido le respondió, seguido de un inconfundible vozarrón:
-Sarah?? Sara amiga!- decía ludo cada vez más cerca.
-Soy la hija de Sara, pero puedes llamarme Sara si quieres, dijo al encontrarse frente al enorme monstruo.
-Sara hija?- dijo el monstruo confundido y acto seguido la abrazo con ternura, como si se tratara de una amiga perdida desde siempre.
-Sabes cómo salir de este lugar?- pregunto la chica claramente a Ludo.
Ludo lo pensó un momento, hasta que finalmente, a través de la niebla, señalo un camino escondido entre rocas.
-Pantano!- dijo sin dejar de señalar.
-¿El pantano?- repitió la chica, pero tardo un segundo en recordar. –¿El pantano de la eterna hediondez está ahí?-
-Apesta!- dijo Ludo como negándose a ir.
-Lo sé, pero es el único camino seguro.- dijo la chica mientras guiaba de la mano a la anciana.
Con horror y mareos pasaron el pantano, encontrándose a Sir Didimus en la puerta, que aunque se negó a acompañarlos, le dio gusto ver a esa chica.
-Encontré a todos los que mi madre menciono… excepto a hoggle.- suspiro con pesar la chica cabizbaja.
-Quien necesita de ese horroroso enano asqueroso??- gruño la vieja de pronto.
-Tranquila!- dijo la hija de Sara asustada. –Parece que lo conocieras, pero mi madre dice que él era uno de sus mejores amigos, igual que ludo, y que hoggle solo quería tener amigos, aunque lo negara por ser tan obstinado y miedoso, pero mi madre igual lo quería mucho.- dijo la chica como recordando a un viejo amigo que ella conociera también.
-Pareciera que tu madre paso una muy buena aventura en este lugar… ¿Cuándo fue eso?- dijo la vieja sin mirar a nadie en especial.
-Hace muchos años, mi madre apenas era mayor que yo cuando…- la chica hiso una pausa para suspirar.
-Cuando que, cariño?? No te detengas, te escucho claramente aunque sea vieja.- dijo la gnomo caminando más aprisa.
-Cuando quiso que Jareth se llevara al tío Toby… mama dice que nunca olvidara aquello…- dijo mientras veía un árbol de duraznos, llevando a ella recuerdos que no eran realmente suyos.
-Entiendo, entiendo… y ¿Qué tanto te ha contado tu madre acerca del rey?- continúo la vieja sin detener el paso.
-Me ha dicho que él era bastante terco y orgulloso… pero que al fin y al cabo el la quería, y luchaba contra ambas facetas, ser el rey de los gnomos y estar enamorado de una joven mortal.- dijo en tono ensoñador.
-Suena muy interesante, si, muy interesante diría yo, me parece que tuvo grandes recuerdos de él, ¿no es así?- dijo la anciana con un interés casi inocente.
Estuvo entonces contándoles muchas historias y cosas que su madre le había dicho, les contó que su madre siempre decía que eran cuentos, pero que ella sentía una cierta nostalgia en su voz, sabía que extrañaba ese lugar, le contaba de cada lugar en laberinto y las enseñanzas que este le dejo, conforme les contaba, se sentía muy bien, como si contar aquello la llenara de vida y reviviera los recuerdos que su mama no quiso dejar ir acerca de ese lugar.
-Tengo la sensación de que hemos visto ese árbol de durazno… al menos diez veces hoy.- dijo confundida la chica.
-No… como crees?- dijo la vieja acercándose al árbol –este árbol esta torcido, no, no es el mismo, no puede ser.- aseguro antes de volver junto a la chica.
-Alguien sabe…- dijo angustiada la chica. -… ¿qué horas son?- nadie dijo nada, habían hablado fácilmente por horas, y parecía que ese camino no llegaba a ninguna parte realmente, y el castillo no se veía por ninguna parte en el horizonte.
-Que mal…- sollozo la chica casi al borde de las lagrimas al vislumbrar muy lejos el castillo, parecía que después de tantas horas, apenas estuviera empezando su viaje.
-Parece algo injusto, ¿no?- le dijo la anciana dándole una palmada en la cabeza cuando se sentó junto a Ludo sollozando en silencio. – Según tengo entendido falta poco para que se cumplan las 13 horas, y no podrás llegar con Jareth, no, no lo creo.- dijo la anciana con una mueca de tristeza. –No es justo ¿o sí?- repitió la gnomo con pesadez.
Pero la chica levanto la cabeza sonriendo, faltaban no menos de cinco minutos para que el tiempo que el rey gnomo había impuesto para ella se cumpliera.
-No, no lo es, pero aquí nada es lo que parece ser…- dijo levantándose y dirigiéndole una mirada a la anciana, que la miro algo confundida. –… ¿o si Jareth?- dijo la chica retadora.
-¿Q…que… a que te refieres?- mascullo golpeadamente la vieja dando un paso hacia atrás.
-Jareth, se que eres tu.- dijo la jovencita con una lagrima en la mejilla, pero era imposible saber si era de alegría, de nostalgia o de emoción. –Lo supe desde que me dijiste donde estaba la puerta, porque mencionaste el tiempo que me harías perder, pero yo no te había dicho lo importante que sería el tiempo desde entonces, solo tu lo sabías…- dijo la chica, a lo que la anciana se sorprendió, su rostro se deformo en una mueca de terror y molestia, y estallando en una furia descontrolada volvió a su forma real, siempre había sido Jareth, todo el tiempo estuvo guiando el camino de la chica, pero la desviaba cada que mencionaban a Sarah, y la joven lo había notado.
-No te pedí mucho!- grito Jareth quitándose de encima los pesados harapos que con magia lo convertían en un horrendo gnomo a su gusto. –lo único que quería era que me dejaras en paz de una vez, ya conociste laberinto, ya conociste a Ludo, déjame en paz y lárgate de mi reino!- grito antes de darse media vuelta y comenzar a caminar furioso y con los puños apretados. Estaba triste, eso era obvio, lo estuvo desde que se despidió de Sara hacia exactamente treinta y cuatro años, y ahora esa niña creía que era aceptable molestarlo, jugar con el, restregarle en la cara la hermosa vida que Sara, su amada y dulce Sara tuvo fuera de laberinto…
-Ella también te ama, Jareth…- dijo rompiendo el silencio la chica.
-Eso… eso no es cierto!- dijo furioso el rey, casi al borde de las lagrimas, sin mirar a esa chamaca maldita que ahora también jugaba con sus sentimientos.
-Créeme.- dijo la chica acercándose temerosa a él. –Jamás ha dejado de hablar de ti, y la he escuchado suspirar cuando ve la ventana de mi cuarto…- la chica se acerco y tocándole el hombro se aseguro de que hacia un esfuerzo por no llorar.
-Cállate de una vez y regresa a tu casa, te regresare al niño, solo… vete!- le gruño el rey intentando alejarse de el.
-Sé que no me lo creerás, pero su mundo cambio desde ese día, lo sé, y tú debes creerme Jareth…- le dijo la chica
-No… tu…- pero Jareth no termino la frase, la chica se había puesto frente a el.
-Ella repite todos los días, aunque cree que no la escucho, la misma frase cuando escribe sus libros: “Te temer y te amare… no importa que tan extraño sea, porque nada es lo que aparenta ser”- acto seguido volvió a acercarse a Jareth.
-Ella te dijo algo asi a ti?-
-No… ella dijo lo contrario ese día…- dijo con lastima.
La chica lo abrazo, aunque el intento empujarla, ella lo abrazo cuanto pudo.
-Créeme…- dijo la chica sin soltarlo. –Fuiste lo más importante para ella.
-Y tu padre?- dijo en un tono celoso, pero la chica lo volteo a ver sonriente.
-No tengo padre, lo abandono cuando yo tenía un año.-
Jareth se asombro de aquello… y abrazo a la joven.
-A todo esto…- dijo el rey mas relajado. -No se cual es tu nombre-
La chica le sonrió dulcemente.
-Qué raro…- dijo bastante extrañada. –ella una vez dijo que tu sabias mi nombre.
Pero fueron interrumpidos por Ludo, que parecía roncar sobre una roca.
-Creo que es hora de que regreses a tu casa.- le dijo Jareth sonriéndole, y al mirarla de nuevo, mirar aquellos ojos, esa mirada que parecía esconder un dulce secreto, recordó a Sara, tan dulce y linda ese día, sintió por un momento algo que había olvidado: aquel baile con Sara.
-Eres muy parecida a tu madre- le dijo antes de que todo se arremolinara a su alrededor y despertara en su cama, con la ventana abierta.
-Hija! Donde estas?- gritaba una Sara adulta desde la sala.
-Aquí arriba mama, no me vas a creer lo…- pero la chica no termino de contar su experiencia, lo cual extraño a Sara, y preocupada corrió hacia la habitación de su hija, aquella con el ventanal.
-Hija, que me de…- pero ella tampoco termino de decir lo que estaba a punto de decir, dentro de ese cuarto, enfrente de la ventana, estaba Jareth, exactamente como lo recordaba de aquel día. Una lagrima rodó por su mejilla, al ver a su hija a un lado de el con semejante sonrisa, incluso parecía decir “Mira lo que me encontré!”.
-Jareth?- dijo casi en un suspiro Sara, la cual no solo era más alta, sino más hermosa aun como una mujer madura.
-Pensé que no te volvería a ver Sara- dijo Jareth con su común severidad dirigiéndole una sonrisa, igual que aquella vez.
-Yo espera volver a verte…- dijo Sara con la misma inocente sonrisa que tenia hacia más de treinta años.
Jareth volteo a ver a la chica, que le dirigió una mirada que decía “te lo dije!”.
-Pensé que no querías estar conmigo… que nunca querrías regresar a Laberinto…- dijo el rey acercándose a la mujer lentamente, como quien reclama algo con tristeza sin poder hacer nada.
-Aun no podía irme… Jareth. Sabía que lo maravilloso era mejor cuando no duraba para siempre, y ahora mi hija te conoce,  y mucha gente sabe de algunas cosas de Laberinto, porque no pasa un día en el que no lo recuerde y le cuente a alguien mi historia.
-Y tu esposo?- dijo cortante y al punto Jareth
-Nunca me case, solo quería tener una hija a la cual contarle todo esto… y el, me di cuenta de que no eras tú, no lo seria y no iba a ser feliz mintiéndome así.-
Jareth sonrió y se apresuro a abrazarla, un abrazo que había esperado tanto tiempo, tantos años… hasta que ella lo beso rápidamente, fue algo más significativo que real, era solo un recordatorio de aquel día.
Pero Jareth volteo a ver a la chica, quien ensoñada los miraba con alegría y emoción.
-Y dime ¿podrías decirme cual es su nombre?- pregunto el rey sin dejar de abrazar con ternura a Sara y señalar a su hija.
-¿No sabes su nombre?- dijo Sara sorprendida y burlona mientras caminaba hacia ella.
-Es mi hija… nada mas.- dijo Sara intentando imitar la forma de hablar de Jareth.
La cara de Jareth se ilumino, como si de pronto toda esa espera hubiera valido la pena, asegurándose de que Sara nunca lo había olvidado.
-Mucho gusto…- dijo ceremoniosamente extendiéndole la mano a la chica para tomar la suya. –Cristal.- dijo besando suavemente el dorso de la mano de la chica.
-Nos lo podemos quedar mami?- dijo Cristal algo sonrojada mirando a su madre.
-No, cariño, el tiene que volver al reino de los gnomos…- dijo Sara de modo amable.
-Pero puede volver cuando quiera.- aseguro esta vez.
-Tras años incontables…- comenzó a recitar esta vez Jareth. –Eh innumerables tristezas, yo he llegado más allá de los confines de la fantasía, para reclamar el corazón que tú me has hurtado. Porque mi voluntad es fuerte y mi reino tan poderoso como el tuyo…- Jareth dio una reverencia antes de desaparecer, dejando detrás suyo un único murmuro que rezaba: “Pero no tendré poder sobre ti”
-Algún día volverá?- pregunto Cristal algo triste.
-Claro!- dijo Sara con alegría. –El vuelve cuando menos lo esperas, pero el solo no puede venir.
-Y como podrá venir entonces?
-Alguien tiene que abrir la puerta a laberinto, porque el no puede abrirla desde ese lado.
-Quien podría hacer eso?- dijo Cristal metiéndose en su cama.

-Cualquiera, solo falta que lo comience a sepan de laberinto de cualquier manera, que alguien lo esté narrando, alguien que lo menciona y otro secunda la historia, o alguien que lo escriba con emoción y alguien lo lea con fascinación, escuchando en su mente la historia, aunque no lo sepa, ha abierto la puerta de laberinto, a cada letra que lee, con cada escena que imagina… porque laberinto siempre estará ahí. Esperando a ser descubierto una y otra vez.